La balada de Kent Haruf

Sí, con unos anacroamigos tenemos una tertulia literaria. Sí, leemos nuestros escritos y nos criticamos. Con amor. Sí, también recomendamos lecturas. El gran escritor peruano y amigo Cristian Jara, el fin de semana pasado, me mostró lo que estaba leyendo. La balada de Holt, de Kent Haruf. “Está muy bien” me dice y su rostro no abre ni una rendija a un posible sarcasmo. Si alguien como Cristian te recomienda un libro, hay que buscarlo y leerlo. No falla. Entonces leo la Balada de Holt y ya en los primeros capítulos me suceden varias cosas. La primera es un aviso…

La nave de Escapando de la Tierra

Escapando de la Tierra, by Spiralov

… o cómo crear música en los tiempos que corren. Hace poco más de dos años me propuse, deliberadamente, componer música por primera vez. Fue un ejercicio de voluntad, donde la creatividad fluyó empecinada más por la disciplina que por las musas. Cuando iba por el cuarto tema descubrí sin demasiada sorpresa que las piezas se desprendían de los estándares de jazz que tanto estudié. Pequeñas células, de los puentes, de los estribillos, se transformaban en el combustible de la nueva nave Spiraloviana. Trabajé durante días, semanas, con un mac, un controlador midi y unas tremendas ganas de expresar sonidos.…

El algoritmo y Dios. Profecía nº 3

O como lidiar con el algoritmo que todo lo puede. Sentado, a punto de tomar un sorbo de café en una terraza en el barrio de San Antonio, recibí otra epifanía. El temblor hizo que casi volcara la taza. Por suerte, nada ni nadie salió lastimado. Las profecías me atrapan en cualquier contexto y generalmente se desarrollan casi como un trance epiléptico. Se sufre cuando se es profeta. En la revelación vi un mundo en el que los robots hacían todo y ya casi no quedaban trabajos “normales”, y cada uno de nosotros recibía lo que llamaban “asignación universal”, un…

Lo salvaje, desconexión

Lo salvaje. Epifanía nº 2

Estoy leyendo en el parque Grec, lugar idílico para semejante actividad. (Un paraíso bien aggiornado por el toque humano). La temperatura es elevada pero mi banco está debajo de un frondoso árbol que me protege. Entonces levanto la vista porque dos figuras entran en mi campo visual y tiene lugar, una vez más, la siguiente epifanía de este sospechoso profeta que acaso usurpa un nombre de vetusta dignidad. Dos veinteañeras ríen y caminan por el “laberinto” de ligustros y flores sacándose fotos. Las llaman selfies hoy en día. No son muchos metros, pero sí muchas posibilidades de fotografías, diversas vistas:…